Cáncer de Riñón

El cáncer de riñón no es tan frecuente como el cáncer de próstata o de vejiga y es el tercer tumor urológico más frecuente en el hombre. De todos los cánceres, representa el sexto más frecuente en los hombres y el décimo en las mujeres.

El cáncer de riñón es una enfermedad maligna caracterizada por la proliferación anormal y descontrolada de un tipo de células renales. El más frecuente es conocido como cáncer de células renales o adenocarcinoma de células renales, es por mucho el tipo más común de cáncer de riñón. Aproximadamente es responsable de nueve de cada diez de los casos de cáncer de riñón. Hay varios subtipos que son mucho menos frecuentes. El cáncer renal representa el 2-3% de todos los cánceres y el número de pacientes afectos es más alta existe en los países más desarrollados. Es más frecuente en varones que en mujeres con una relación de 1,5:1, afectando principalmente a pacientes de entre 60 y 70 años de edad. Sorprendentemente, se ha producido un aumento en la detección de tumores mediante la utilización de pruebas de imagen como ultrasonido o tomografía computerizada (TC) se han podido diagnosticar incidentalmente un mayor número de tumores, siendo en estos casos de menor tamaño y grado.

Los principales factores de riesgo en el desarrollo de este tipo de cáncer son: el tabaco, y muchos pacientes no lo creen pero el hábito de fumar aumenta el riesgo de padecer cáncer de riñón. El riesgo aumentado parece estar relacionado con la cantidad de tabaco que se fuma. El riesgo disminuye al abandonar el hábito, pero requiere un largo plazo para alcanzar el nivel de riesgo de una persona que nunca ha fumado. También la obesidad parece estar implicada por las alteraciones hormonales que podrían inducir el desarrollo de cáncer de riñón. La exposición a ciertas sustancias en el lugar de trabajo aumenta el riesgo de padecer cáncer de riñón. Entre algunas de éstas se encuentra el asbesto, el cadmio (un metal), algunos herbicidas, benceno y solventes orgánicos, particularmente al tricloroetileno. También existen factores de riesgo genéticos y hereditarios que hacen que algunas personas son propensas a desarrollar ciertos tipos de cáncer por herencia genética (riesgo x 2,9 en familiares de 1º grado). Es importante que las personas con antecedentes familiares de cáncer de riñón visiten a su médico para buscar consejo genético, particularmente si ya han sido diagnosticadas de cáncer de riñón. El riesgo de cáncer de riñón es mayor en las personas con presión arterial elevada. Algunos estudios han sugerido que ciertos medicamentos utilizados para tratar la hipertensión arterial pueden aumentar el riesgo de cáncer de riñón, pero resulta difícil saber si la condición o el medicamento (o ambos) pueden ser la causa del aumento en el riesgo. Las personas con enfermedad renal avanzada, especialmente aquellas que requieren de diálisis, presentan un mayor riesgo de padecer carcinoma de células renales.

 

CÁNCER RENAL-DIAGNÓSTICO

 

Aunque muchos casos de cáncer de riñón se detectan frecuentemente en las etapas iniciales de la enfermedad, cuando aún se encuentran confinados al riñón, otros casos son detectados en etapas más avanzadas. Esto se debe a varias razones: estos tumores pueden aumentar de tamaño sin causar ningún síntoma; los tumores pequeños del riñón no se pueden ver o palpar durante un examen físico. No existen pruebas de detección precoz del cáncer de riñón, pero alguna de las enumeradas a continuación puede ser utilizada en determinadas poblaciones de riesgo.

El cáncer de riñón en etapas iniciales por lo general no causan ningún signo o síntoma, pero los tumores de mayor tamaño pueden resultar sintomáticos. Algunos de los síntomas pueden ser: sangre en la orina (hematuria), dolor lumbar (dolor en el costado de la espalda), masa o abultamiento en el costado o espalda baja, cansancio, pérdida de peso inexplicable por otros motivos, fiebre que no es causada por alguna infección y que no desaparece después de unas semanas, inflamación de los tobillos y piernas (edema).

El diagnóstico de este tipo de tumor se puede realizar mediante ecografía (ultrasonido). Esta prueba es indolora y produce radiaciones. Una ecografía puede ayudar a determinar si una masa en el riñón es sólida o está llena de líquido. Otra prueba relevante es la tomografía computarizada o scanner. Al igual que en otras pruebas de imagen, habitualmente se utiliza una clase de contraste (agentes de contraste por vía intravenosa). Esto ayuda a delinear mejor las estructuras, como los vasos sanguíneos del organismo.

Una tomografía computarizada puede proporcionar información precisa sobre el tamaño, la forma y la posición de un tumor. Además puede ayudar a encontrar ganglios linfáticos agrandados que pudieran contener cáncer y a proveer una buena imagen de los riñones y de la vejiga.

El estudio por Resonancia se utiliza con menos frecuencia que la TC en personas con cáncer del riñón. Puede reemplazar a la TC en casos de alergia al contraste yodado; además puede ser de utilidad cuando exista sospecha de invasión tumoral hacia los vasos sanguíneos del abdomen (como la vena renal o cava inferior), ya que proveen una mejor imagen de los vasos sanguíneos y de las partes blandas del cuerpo en comparación con la TC. Hace años se utilizaba mucho la Urografía intravenosa que consistía en una serie de radiografías del sistema urinario, tomada después de inyectar un contraste especial en una vena. Este contraste es filtrado y eliminado por los riñones, pasando posteriormente a los uréteres y a la vejiga. Esto ofrece un mejor detalle del contorno de estos órganos en las radiografías y ayuda a encontrar tumores del tracto urinario. A este procedimiento se le llama urografía intravenosa.

Generalmente, las pruebas de rutina de laboratorio habitualmente no son utilizadas para diagnosticar el cáncer de riñón, pero ocasionalmente pueden detectar el primer indicio de una enfermedad de los riñones. Además, se realizan para conocer el estado general de salud del paciente y para ayudar a determinar si el cáncer se ha propagado a otras áreas. Las pruebas de laboratorio pueden ayudar a determinar si una persona es lo suficientemente saludable como para someterse a una intervención quirúrgica.

Por último, se puede valorar si hay dudas, realizar una biopsia por aspiración con aguja fina y biopsia por punción con aguja gruesa aunque por lo general, no se utilizan biopsias para diagnosticar tumores del riñón. Los estudios por imágenes generalmente proporcionan información suficiente para decidir una intervención quirúrgica. Sin embargo, se usa una punción-biopsia por aspiración con aguja fina (PAAF) o una biopsia por punción con aguja gruesa para obtener una pequeña muestra de células de un área sospechosa si los resultados de los estudios por imágenes no son suficientemente concluyentes para justificar la extirpación de un riñón. Además se realiza para confirmar el diagnóstico de cáncer en casos seleccionados en los que el paciente no puede someterse a una intervención quirúrgica y se plantean otros tratamientos locales, por ejemplo: ablación por radiofrecuencia, embolización arterial o crioterapia).

La biopsia por aspiración con aguja fina y la biopsia por punción con aguja gruesa son dos tipos de biopsias de riñón percutáneas (significa que se coloca una aguja a través de la piel para tomar una muestra de tejido o de algunos órganos internos).

 

CÁNCER RENAL-TRATAMIENTO

 

Cirugía

La cirugía es el tratamiento principal de la mayoría de los tumores del riñón, tanto para tumores confinados al órgano como algunos casos de cáncer de riñón que se ha propagado a otros sitios del organismo. Dependiendo de la etapa y la localización del cáncer, así como de otros factores, la cirugía se puede emplear para extirpar el cáncer junto con parte del tejido que rodea al riñón o todo el riñón. La glándula suprarrenal (la glándula pequeña ubicada encima de cada riñón) y el tejido adiposo que rodea el riñón también pueden ser extirpados.

Nefrectomía radical

En esta operación, se extirpa completamente el riñón, la glándula suprarrenal adyacente y el tejido adiposo que rodea al órgano (la mayoría de las personas pueden vivir normalmente con un riñón restante sano).

El abordaje quirúrgico puede variar dependiendo de diferentes técnicas, pudiéndose realizar cirugía abierta, es decir una incisión en la región lumbar o abdominal, o bien cirugía laparoscópica o robóticamente asistida, en la que mediante pequeños orificios abdominales se introduce el instrumental quirúrgico utilizado. Cada técnica posee sus ventajas para el tratamiento de los tumores del riñón, dependiendo fundamentalmente del tamaño del mismo y localización.

Nefrectomía laparoscópica

Este procedimiento se ha convertido durante los últimos años en la técnica de elección para el tratamiento de la mayoría de los tumores del riñón. La cirugía se realiza a través de pequeñas incisiones abdominales o lumbares a través de las cuales se introducen instrumentos especiales para llevar a cabo la operación. Mediante una óptica introducida en el interior del abdomen, el cirujano observa el procedimiento en una pantalla de vídeo, permitiendo una magnificación y mejor discriminación de los tejidos. Esta técnica resulta tan efectiva como la nefrectomía radical abierta y usualmente requiere menor tiempo de estancia hospitalaria así como una recuperación más rápida y menor dolor postoperatorio.

Nefrectomía parcial

En este procedimiento, el cirujano extirpa sólo la parte del riñón que contiene el tumor, preservando la parte restante sana del órgano. Como en la nefrectomía radical, el cirujano puede realizar la incisión en diferentes localizaciones, dependiendo de algunos factores como la localización del tumor.

Esta técnica resulta de utilidad para pacientes con cáncer en ambos riñones, personas con sólo un riñón afecto de tumor y aquellos casos en que los pacientes presentan un mayor riesgo para desarrollar cáncer de riñón en el tiempo como la enfermedad de von Hippel-Lindau.

Ablación y otros tratamientos locales

Siempre que sea posible, la cirugía es el tratamiento principal para los tumores renales que puedan extirparse. Sin embargo, en aquellos casos en los que los pacientes no puedan someterse a cirugía, se pueden emplear otros métodos para destruir los tumores del riñón. Aunque existen hasta la fecha buenos resultados aún se duda sobre la eficacia a largo plazo de estos métodos, considerándose en algunos casos como técnicas experimentales.

Crioterapia (crioablación)

Este método utiliza frío extremo para destruir el tumor. Una sonda hueca (aguja) se inserta en el tumor a través de la piel o durante la cirugía laparoscópica. Tras ciclos de congelación y calentamiento, se crea inicialmente una bola de hielo que posteriormente se fragmenta destruyendo al tumor. Para monitorizar la destrucción del tumor se observa cuidadosamente las imágenes del tumor durante el procedimiento (con ecografía u otros estudios).

Ablación por radiofrecuencia

En esta técnica, se utilizan ondas radiales de alta energía para calentar el tumor. Una sonda delgada, parecida a una aguja, se coloca a través de la piel y se mueve hasta que la punta llegue al tumor. Se utiliza la tomografía computarizada o la ecografía para guiar la colocación de la sonda. Una vez llegado al tumor, se pasa corriente eléctrica a través de la sonda, lo que calienta el tumor y destruye las células cancerosas.

Embolización arterial

Esta técnica se usa para bloquear la arteria que alimenta al riñón que tiene el tumor. Se coloca un catéter (tubo) pequeño en una arteria de la parte interna del muslo y se empuja hasta que llegue a la arteria que va desde la aorta al riñón (arteria renal). Posteriormente, se inyecta un material en la arteria para bloquearla, cortando el suministro sanguíneo del riñón. Esto causará que el riñón (y el tumor en éste) mueran. Aunque este procedimiento se realiza pocas veces, algunas veces se realiza antes de la nefrectomía para reducir el sangrado durante la operación.